Tendinitis del manguito de los rotadores
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Sin ninguna duda, la movilidad de las manos y los brazos es una gran ventaja evolutiva. Gracias a esto, podemos coger las ramas, bajarlas hacia nosotros, coger las frutas con la mano y llevarlas a la boca… Los cuadrúpedos no pueden hacer esto, ya que las articulaciones de las patas delanteras no se lo permiten. Los animales de dos patas, en cambio, hemos modificado las articulaciones de nuestros miembros delanteros, ganando la oportunidad de voltear y levantar el brazo; si queremos, también podemos tocarnos la espalda. ¡Cuanto darían las pobres vacas por rascarse la espalda! En cambio, deben frotarse con piedras o troncos…
Buena parte de esa gran movilidad de los brazos se la debemos al hombro. El hombro nos da la capacidad de proyectar el brazo prácticamente en todo el radio de una esfera, y si a esto le sumamos los grados de movilidad del codo y de la muñeca, podemos comprobar que podemos colocar nuestra mano en casi cualquier parte. ¡Nada que ver con la “mano” del perro! La razón de esta gran capacidad de mover el hombro viene de su compleja estructura. De hecho, el 70% de su movimiento nos la da la articulación entre el humero y la escápula, pero también existen dos pequeñas articulaciones que multiplican la movilidad del hombro: la esternoclavicular y la acromioclavicular.
Varios autores añaden otras dos: el plano deslizante entre el omoplato y las costillas y la columna vertebral. Y es que difícilmente llegaremos con la mano derecha a una altura si no inclinamos nuestra espalda un poco a la izquierda. Como veis, varias pequeñas articulaciones trabajan en grupo para que podamos coger la manzana del árbol.
No obstante, en biomecánica la movilidad y la seguridad son conceptos contrarios –tal como en la mecánica de un taller-. Inevitablemente, las estructuras que tienen mayor movilidad sufren un mayor desgaste y, por tanto, tendrán menos protección frente a un accidente. Y así pasa con los hombros; los deportistas o trabajadores que utilizan mucho sus brazos lo saben bien, ya que entre ellos son frecuentes las lesiones de hombro. En el conjunto de las cinco estructuras que hemos mencionado antes existen varios puntos sensibles, pero hoy sólo vamos a mencionar uno: el tendón de los músculos que realizan la rotación externa del hombro (el famoso manguito).
El cuerno de la escapula se llama acromion, “punto mas alto del hombro” en griego. El acromion se articula con la clavícula, formando una especie de tejado que cubre la articulación escapulohumeral, protegiéndola de posibles golpes externos o superiores. Por tanto, el acromion no articula con la cabeza del humero; entre ellos existen unos milímetros de distancia. Es el espacio subacromial, que utilizan los tendones que van de la escapula al origen a modo de polea y que debe estar libre para poder realizar los movimientos de rotación del hombro.
Por varias razones, el espacio situado entre el acromion y la cabeza del húmero puede estrecharse. Los golpes, desequilibrios musculares, artrosis acromioclavicular…. pueden entorpecer el trabajo de los tendones que pasan por allí. En estos casos aparecerá inflamación y dolor, sobre todo al tratar de hacer movimientos que impliquen la rotación del hombro: abrochar el sujetador, peinarse…
Por parte de la fisioterapia, sobre todo utilizamos medidas que calman el dolor y la inflamación. Aparte de esto, suele ser conveniente encontrar la causa del problema, para poder arreglar el problema desde la raíz.
Como siempre, os recomendamos tratar el problema cuanto antes: ya que cuanto antes se detecte las posibilidades de arreglarlo son mayores. La mayoría de casos de larga evolución, por el contrario, acaban siendo candidatos a la cirugía.
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